Después de jugar fútbol por más de una década, la defensa central está lista para dar el siguiente paso.
Por Jennifer Garcia
En una soleada mañana a principios de noviembre, Pamela Bernal observaba desde la banca cómo el equipo de fútbol femenino del City College de Nueva York, (CCNY) también conocido como las Beavers, intentaba hacer historia y lograr una revancha.
Luego de 56 minutos intensos de juego, Bernal, una estudiante mexicana-americana de tercer año, mantuvo la vista fija en el reloj. Dos minutos antes de ser sustituida, CCNY marcó su tercer gol, liderando a sus rivales John Jay 3-1. En el minuto 78, otro gol de los Beavers elevó el marcador a 4-1. Al final de los 90 minutos, el silbato sonó. El juego había terminado, el marcador final: 4-2. Bernal corrió por el campo con el resto de sus compañeras sintiendo una mezcla de emociones: felicidad, emoción y afirmación. Tras 11 años de sequía de títulos, las City College Beavers eran campeonas de fútbol femenino de la CUNYAC (City University of New York Athletic Conference), la liga en la cual pertenecen las Beavers. .
La temporada pasada las Beavers cayeron ante John Jay 0-1 y se quedaron fuera del campeonato.
“Creo que ha sido uno de los momentos más especiales de la temporada durante mi etapa como futbolista en el City”, recordó Bernal. “Demostramos que somos lo bastante buenas para levantarnos después de caer. […]”.
Para Bernal y sus compañeras este no fue solo otro campeonato. Fue un momento que validó todos sus años de entrenamiento y dedicación. Bernal es una de las 526.084 estudiantes atletas de la National Collegiate Athletic Association (NCAA) que participaron en la temporada 2023-2024, del cual sólo 7% son hispanos o latinos. En los Estado Unidos hay más de 18 mil estudiantes matriculados en universidades, casi 4 millones son estudiantes hispanos o un 21% del total de estudiantes.
“Creo que ha mejorado un poco con los años, pero aún queda mucho por hacer” dijo Bernal acerca de la tasa baja de deportistas latinos.
Para entender la relación de Bernal con el fútbol hay que regresar al principio. No al campo de su ciudad natal, Corona en el barrio Queens en la ciudad de Nueva York, donde su padre y sus tíos le enseñaron a patear un balón por primera vez, sino a México. Para la familia Bernal, el fútbol siempre ha sido un asunto familiar. Sus padres, Leticia Gonzalez-Albarran, y Maximino Bernal-Mejia, ambos de 46 años, han jugado fútbol casi toda sus vidas.
Originarios del estado de Toluca, el amor por el fútbol es algo que sabían que querían compartir con sus hijos cuando la pareja llegó a los Estados Unidos en 2002.
“Yo les decía que tenían que hacer algún deporte, cualquier deporte”, explica Bernal-Mejia, un trabajador de construcción. Para él, el deporte es más que un hábito para mantener buena salud, si no una clave al éxito. Los deportes, dijo, ayudan a desarrollar liderazgo y otras habilidades profesionales, pero también pueden abrir las puertas para una educación asequible y de calidad.
Eso lo afirman los datos. En una encuesta del año 2023 sobre la relación entre la práctica de deportes y el éxito profesional de las mujeres deportistas, 85% de las encuestadas dijeron que su deporte les ha ayudado a tener éxito en sus carreras. Los resultados son incluso más elevados entre las mujeres que ocupan puestos de liderazgo (91%) y las que ganan 100,000 dólares o más anualmente (93%).
Un amor familiar
Bernal, de 20 años, es la mayor de tres hermanos. Juega junto a su hermana Samantha, 18 una estudiante de primer año del City College que es delantera de los Beavers. Su hermano Max, de 16 años, es una estrella del fútbol por derecho propio y ha jugado en clubes de élite como la Juventus Academy.
Como muchos otros estudiantes de primera generación como ella, la vida de Bernal ha estado llena de primeras. Ha sido la primera de su familia en ir a la universidad. La primera en navegar por el laberinto de solicitar ayuda financiera y, lo que es más importante, la primera de sus hermanos en jugar un deporte universitario.
Aunque Bernal y sus hermanos todos juegan al fútbol, han tenido diferentes oportunidades al hacerlo. Ella explica que cuando ella empezó a jugar, sus padres aún no tenían mucho tiempo en el país y tenían que superar barreras como aprender el idioma, vivir en un país nuevo y asegurar las finanzas. Al ser la mayor, aprendió a jugar en clubes gratuitos o de bajo costo. Cuando su hermano pequeño, Max, llegó a la edad de dedicarse en serio al deporte, la familia estaba mejor establecida, tanto económicamente como a la hora de navegar por los clubes elite de fútbol de la ciudad.
“Somos conocidas como ‘las Bernal’ o ‘las hermanas’, especialmente porque siempre estamos ayudándonos las unas a las otras, intentando mejorarnos mutuamente” dijo Samantha. “Siendo de primera generación se necesita mucho valor para jugar D3 (División 3 de la NCAA) o simplemente en general jugar un deporte, especialmente si estás aprendiendo a aplicar a la universidad”, añadió, refiriéndose a la división de estudiantes atletas más enfocada en el éxito académico.
Max comparte este sentimiento. Considera a Bernal una inspiración y un modelo a seguir por abrirles el camino a él y a Samantha. Sin el ejemplo de su hermana mayor, dijo, no hubiera podido viajar a Europa ni jugar en algunos de los equipos más prestigiosos del país.
“Comparado conmigo, he tenido muchas oportunidades en el fútbol, el fútbol me ha dado oportunidades. He sido capaz de viajar”, reflexionó. “(Pamela) se lo merece todo porque lo ha ofrecido todo. Ser una jugadora titular incluso en D3, algunas personas ni siquiera tienen la oportunidad de hacerlo y es bastante increíble”.
“El nivel en el que estoy ahora, también es porque ella nunca se ha ido de mi lado”.
Un futuro brillante por delante
En cierto momento, el sueño de Bernal era jugar en la selección mexicana femenina. Había investigado y evaluado cómo sería el proceso. Al final decidió no hacerlo, ya que requeriría más de un año sin estudiar.
“El esfuerzo que mis padres han puesto a lo largo de estos años, estando lejos de la familia, y trabajando muy duro para mantenernos, darnos una educación, lo valoro y me aseguro de que mis hermanos también lo agradezcan”. Como muchas en su equipo, ella sabe que tiene las habilidades y el talento para llegar a jugar al próximo nivel.
Bernal aspira a ser abogada de inmigración y recientemente completó un semestre en Washington D.C. como parte de un programa de intercambio que ofrece City College.
A la hora de decidir entre universidades, Bernal no tuvo opción que enfocarse en el costo. En los Estados Unidos el 32% de estudiantes latinos tienen que asumir el coste de su educación. Aunque fue admitida a universidades públicas y privadas en California y Florida, decidió ir a City College, ya que logró obtener ayuda financiera y becas que cubrieran el costo entero de su matrícula.
“A veces lo pienso, pero al mismo tiempo pienso en dónde estoy ahora y no lo cambiaría por nada.
En todo lo que hace, su familia está ahí apoyándola. “Si te gusta te aferras, y yo vi eso en Pamela. Pamela empezó no sabiendo mucho, al principio le tenía miedo a la pelota”, dice su madre González-Alvarrar.
“Antes en nuestra cultura el fútbol era mejor visto para los hombres y no para las mujeres. Pero hoy en día nos damos cuenta que cualquier deporte es para hombre y mujer.”