En la segunda edición de Ridgewood Off-Kilter Film Festival solo participaron dos artistas hispanas a pesar de ser celebrado en un barrio latino.  

Por: Ana Maria Betancourt Ovalle

En Septiembre de este año se celebró la segunda edición del festival de cine Ridgewood Off-Kilter Film Festival (ROFF por sus siglas en inglés) en el barrio de Ridgewood, un barrio en el condado de Queens en la ciudad de Nueva York. El festival busca exponer películas independientes del barrio, pero de los 50 cineastas que participaron, dos son de origen hispano. 

Sin embargo, según el más reciente censo en Ridgewood, cuatro de cada diez personas son latinas.

Al terminar la primera edición del ROFF, los organizadores notaron que las personas que históricamente han vivido en el vecindario no participaron, por eso este año decidieron distribuir volantes en inglés y español con el objetivo de diversificar las películas que exponen y su audiencia.

Para la segunda edición del ROFF los organizadores del festival recibieron 200 filmes a partir de la convocatoria que hicieron a través de cuatro canales diferentes: volantes distribuidos en las calles, en la librería del barrio, redes sociales y el boca a boca entre grupos de artistas, explicó Jeremy Finch, fundador y director del festival. La mayoría de las películas fueron historias sobre Estados Unidos. Tres de los cortos-documentales fueron sobre Irán, Rumania y Sudáfrica.

La participación de personas de origen hispano en roles decisivos de la industria cinematográfica estadounidense es tan solo del 4%, según un análisis realizado por McKinsey & Company, una consultora dedicada a la investigación. La baja participación de artistas latinos en ROFF reafirma esta estadística. 

Manuela Osorio, colombiana de 28 años, es una de las dos cineastas latinas que participó en el festival. Ella expuso Río Bravo Río Grande, un corto documental que ofrece una mirada a la frontera entre Texas y México, la militarización de la zona y los cruces de inmigrantes a través del Río Grande. Ella dice que ha percibido que el barrio está cambiando con la llegada de nuevas personas, lo cual ha llevado a una división entre los artistas que históricamente han vivido ahí y los artistas recién llegados.

Manuela Osorio, cineasta colombiana que participó en Ridgewood Off-Kilter Film Festival. Crédito: Ana Maria Betancourt.

Manuela Osorio, cineasta colombiana que participó en Ridgewood Off-Kilter Film Festival. Crédito: Ana Maria Betancourt.

“Tal vez no se presentaron tantos artistas latinos porque no pusieron volantes en los lugares que frecuentan las personas que viven acá, que no son los mismos que frecuentan los artistas recién llegados”, dijo Osorio, quien  se crió en la Florida y se mudó a Ridgewood hace dos años. Ella se enteró del festival en Topos Bookstore, una librería en la que se realizan eventos culturales en el vecindario.

Los organizadores del evento respondieron diciendo que su festival sigue siendo un evento emergente y por ello siguen trabajando para que sea más local y enfocado en la comunidad.

“Queremos que participe la gente que nació y creció aquí, no solo la que lleva viviendo en el barrio cinco o diez años, pero hay que empezar por algún lado”, dijo Finch.

Gentrificación en Ridgewood 

El barrio de Ridgewood fue fundado por colonos holandeses en el siglo XVII, pero acuñó su nombre hasta principios del siglo XIX. Después de la II Guerra Mundial, el vecindario recibió una ola de inmigrantes polacos y de Europa del este. A partir de la década de los setenta comenzaron a llegar migrantes puertorriqueños, dominicanos y ecuatorianos. Ellos eligieron Ridgewood por la escasez de viviendas asequibles en otros barrios latinos, como lo indica el libro Hispanas de Queens: latino pan-etnicidad en los barrios de Nueva York.

Sin embargo, en los últimos cinco años ha comenzado a transformarse otra vez con la llegada de nuevos negocios como cafés, estudios de yoga y pilates, restaurantes gourmet y bares que sirven a nuevos residentes. 

De acuerdo al Urban Displacement Project, una iniciativa de investigación sobre la equidad urbana de las universidades California Berkeley y Toronto, la gentrificación es un proceso de transformación de vecindarios, que incluye cambios económicos y demográficos en un vecindario de clase trabajadora, con la llegada de residentes de altos ingresos y nueva inversión inmobiliaria. 

Este proceso no solo implica cambios económicos, también raciales y de nivel educativo. Por ejemplo, en la década de los noventa, Williamsburg era un barrio mayoritariamente hispano y judío, pero a inicios de los 2000 la llegada de jóvenes artistas y posteriormente proyectos inmobiliarios encareció el barrio. Con la llegada de más personas con un nivel educativo y adquisitivo alto, los  hispanos y judios comenzaron a desplazarse a barrios más económicos, como Bushwick y Sunset Park.

El UDP ha identificado que desde el año 2016, la zona occidental de Ridgewood está viviendo el desplazamiento de familias de inmigrantes de bajos ingresos, y las zonas norte y oriental están experimentando exclusión. Mientras la gentrificación se refiere a que los ingresos medios por hogar son 200% más altos en relación a los ingresos medios regionales y las familias de bajos ingresos se desplazaron, la exclusión habla de que los ingresos medios están moderadamente más altos y la tasa de desplazamiento de las familias de bajos ingresos va en crecimiento. 

Adicionalmente, según Zumper, un marketplace para arrendadores y propietarios, los precios de un apartamento de una habitación en Ridgewood han subido un 8% con respecto al año pasado, un 3% más que el promedio en Nueva York.

¿Qué dice la audiencia del festival? 

Kaya Chandra, una espectadora de ROFF, cree que el festival no es un agente de gentrificación porque aporta a la cultura local de Ridgewood. “Siempre se plantea esta pregunta de si en New York City los artistas son los que perpetúan la gentrificación, o si son un canal para la llegada de otras personas que consumen la cultura de un lugar sin contribuir a ella”,  dijo Chandra, una mujer asiática-americana de 29 años. 

Sin embargo, según el Urban Displacement Project, la gentrificación también es cultural y se ve en los cambios en el carácter de un vecindario, los cuales pueden llevar  a la pérdida de sentido de pertenencia y a la baja participación de los residentes, que históricamente han vivido en el barrio, en los nuevos lugares y actividades diseñados para los recién llegados.

Esau Chauca es el director del Ecuadorian American Cultural Center, una organización dedicada a la promoción de las artes en la comunidad ecuatoriana en Nueva York, dijo  que si en un barrio predominantemente latino, como Ridgewood, hay una baja participación de cineastas hispanos es posible que haya un problema en la socialización del evento. 

“Si en verdad querían atraer más hispanos, deberían haber contactado a las organizaciones locales como la nuestra, que pueden hacer la difusión con grupos de artistas que hacen cine, dijo Chauca, “donde se expone nuestro arte, nosotros vamos a apoyar”.

Escena de Burdenette of Dreams, el corto de la artista guatemalteca-mexicana Carla de Jesús Jerez. La cineasta de 30 años se crió en Tallahassee y vive en Flatbush, es la segunda artista latina que participó en ROFF. Su cortometraje cuenta su experiencia como mujer y artista en la comunidad cinematográfica de Miami. Cortesía de Carla Jerez.

Escena de Burdenette of Dreams, el corto de la artista guatemalteca-mexicana Carla de Jesús Jerez. La cineasta de 30 años se crió en Tallahassee y vive en Flatbush, es la segunda artista latina que participó en ROFF. Su cortometraje cuenta su experiencia como mujer y artista en la comunidad cinematográfica de Miami. Cortesía de Carla Jerez.