El autor mexicano Amaury Colmenares recibió el Premio Las Yubartas por su novela ‘Acequia’ en la Feria Internacional del Libro de Nueva York.
Por: Ana María Betancourt Ovalle
La primera vez que el escritor mexicano Amaury Colmenares se acercó a la literatura fue por medio del gozo, cuando era niño se sentaba con su abuelo en un sofá con una bolsa de maníes y chocolates, juntos pasaban horas inmersos en la lectura.
Esa sensación placentera alrededor de la literatura está presente en Acequia, su novela más reciente, la cual entrelaza reflexiones sobre el humor con ocho microrrelatos situados en la ciudad de Cuernavaca en México. Historias de un guía turístico que miente sobre la historia de la ciudad para cautivar a los turistas se interconectan con las fundadoras de una editorial, la aventura de un niño que se cayó en los canales subterráneos de la ciudad en el siglo XIX y una restauradora de arte ladrona.
La obra de Colmenares fue galardonada con el Premio Hispanoamericano de Narrativa Las Yubartas, en su primera edición, un reconocimiento que honra obras literarias publicadas en editoriales independientes y que demuestren el carácter migratorio de la cultura hispana y un compromiso con el medio ambiente.
Colmenares, de 38 años, recibió su premio en una ceremonia durante la Feria Internacional del Libro en Nueva York este 9 de octubre. Acequia, fue elegida como ganadora porque “celebra la riqueza y la vitalidad de la narrativa hispanoamericana, trascendiendo fronteras y uniendo culturas” dijo uno de los jurados durante la ceremonia.
La novela será publicada y distribuida en diez países incluyendo Argentina, Chile, Colombia, Estados Unidos, España, México y Uruguay.
El autor mexicano habló con El Deadline para discutir su obra y los retos de la industria literaria en la era digital. Sus respuestas han sido levemente editadas.
El premio debe su nombre a las yubartas, que son ballenas que migran. ¿Cuál es el carácter migratorio de tu obra?
Creo que el mayor carácter migratorio de esta novela es que va de Cuernavaca, que es súper local, a explorar públicos de diez países. O sea, va a migrar en su carácter de obra publicada. Va a probar suerte en distintos países a ver en dónde la adoptan, en dónde hace una vida.
A lo largo de la obra te preguntas mucho por la experiencia lectora, ¿qué recepción aspiras que Acequia tenga ahora que llegará a 10 países diferentes?
Para mí la recepción lo es todo, es lo que más me interesa.
Me acuerdo que en la secundaria teníamos un diario del grupo. Cada día un alumno diferente se llevaba el diario y al día siguiente leía lo que había escrito. Siempre era algo muy tedioso y aburrido, pues la gente nunca quería escribir.
Cuando a mí me tocaba, de manera muy espontánea, lo que yo escribía les daba muchísima risa. A veces solo anotaba cosas sin la intención de que fueran graciosas, pero cuando las leía les daba risa y una vez hasta me aplaudieron. Para mí esto fue muy importante porque esa emoción de haber convertido mis experiencias en un relato que diera risa y provocará aplausos, me encantó. Creo que ahí está la imagen ideal de lo que quiero lograr, alterar a la gente, alterarla hacia la risa.
¿Cómo puede interpelar tu obra a la audiencia neoyorquina hispanohablante?
El público de Nueva York es cosmopolita y de amplio criterio, yo creo que les puede interesar porque es una novela ambiciosa. Está diseñada para que puedas estar un rato ahí tratando, a lo mejor, de hacer las conexiones o de encontrar esos pequeños detalles que funcionan a distintos niveles. Yo creo que es una obra que se puede, no solo leer de manera superficial, sino realmente con mucha atención.
Pero hay una creencia de que cada vez leemos menos, sobre todo los latinos.
Siento que, por un lado, la gente lee más porque están en redes sociales y es puro leer y escribir. Por ejemplo, en TikTok o en Instagram los videos no son el contenido, le tienes que picar a la descripción y ahí viene un texto larguísimo.
Por otro lado, veo que la gente joven lee mucho. Ahora que estuve en la Feria del Libro de Monterrey había autores que tenían filas inmensas. Claro, eran autores no de literatura o de literatura “comercial” [influenciadores o autores de literatura juvenil] y no me parece mal. Más bien, siento que ahí ya está creándose un público y simplemente hay que conectarlo con el arte.
Por eso quiero que mis obras sean fáciles de leer, en el sentido de que sean accesibles. Las cosas que he escrito, las escribo pensando en que no les sean fáciles al lector, porque sí quiero que haya una experiencia de exploración, que active la imaginación de quien lea. Pero no quiero hacer obras crípticas o muy complicadas, eso lo detesto.
Una de tus fijaciones en la obra es el chiste. ¿Cómo se engrana el chiste en la literatura que escribes con la tradición literaria hispanoamericana?
Siento que el chiste surge de la manera en la que vives cotidianamente, que tiene que ver muchísimo con el realismo mágico y con la visión que tiene la gente latina de la realidad. En México tiene que ver con cómo ven la realidad las personas indígenas, que se aproximan a ella de manera muy directa, desprejuiciada y de entender lo que está pasando de manera literal. Durante mucho tiempo se ha entendido como algo tonto o inocente, pero en realidad es la manera más inteligente de estar en la realidad.
Hay una desfachatez latinoamericana y una honestidad relacionada con ese no tomarse en serio las cosas, que no es tomarlo todo a broma o a la ligera, más bien es estar abierto y no forzar una interpretación personal de lo que te está pasando, simplemente estar en la situación.
Acequia es una novela que parece fragmentaria, ¿que hay detrás de esta decisión?
Lo que yo quería lograr era que quien empezara a leer la obra pensara que eran fragmentos y que conforme avanzara fuera teniendo la sospecha de que hay un sentido que lo articula todo.
Y que ya por ahí desde el segundo capítulo, quedará muy claro que sí están interconectados los fragmentos. Por otro lado, yo quería que a partir de esos fragmentos la persona armara la novela en su mente y fuera mitad de la novela escrita y mitad imaginación activa de quién lee.
Acequia es una oda al agua y a la experiencia lectora, ¿cómo se encuentran estos dos elementos en la obra?
Acequia es una palabra que a mí me gusta mucho. Cuando tú vas al campo y estás ahí en un huerto, de pronto de un lado hay árboles frutales, del otro lado hay una milpa y te das cuenta que existen estos canalitos de agua transparente que va corriendo. Sigues caminando por otro lado y te das cuenta que está ahí también el canalito y al final en ese paseo descubres que todo está interconectado por ese canalito discreto de agua que va regando todo y transportando los nutrientes de un lado al otro.
Para mí, la mente de quien lee es esa agua. Al final esta novela es el canalito de riego, pero el agua es la mente de quien lee. O sea, el agua es la experiencia de la lectura y la imaginación cuando se activa, eso es seg
ún yo el agua que corre por la acequia.