La Sala, un ‘drop-in center’ en Washington Heights, es uno de los pocos espacios en la ciudad enfocados en la comunidad LGBT.
Por: Gretchen Lembcke Peña
Washington Heights, NY— En las paredes cuelgan retratos, cristales, mensajes alentadores y banderas del orgullo. De fondo se escucha música de Lady Gaga o el último éxito pop de la semana. El olor a comida emana de la cocina y sazones como adobo, cubitos Maggi, y Tajín están alineados en la meseta esperando a ser utilizados. Se siente la comunidad y la aceptación en un nuevo espacio. Esto es lo que vivió Margarita Hernández cuando llegó buscando ayuda a La Sala, un centro de acogida en Washington Heights.
Un centro de acogida es un lugar que provee servicios temporales, como alojamiento, comida, ejercicios de salud mental, entre otros para personas que se encuentran en situaciones en riesgo de salud física o mental. La Sala es administrado por el Dominican Women’s Development Center, una organización sin fines de lucro que ayuda a personas sin hogar con recursos como referencias de vivienda y laborales, comida, duchas, ropa y pruebas de VIH.
Los programas de acogida o drop-in centers como La Sala son populares entre jóvenes de la comunidad LGBTQ que representan un alto porcentaje de las personas sin hogar en EEUU, según un reporte de The Trevor Project, una organización sin ánimo de lucro dedicada a ayudar a jóvenes queer en Estados Unidos.
Programas como este son especialmente importantes en Nueva York debido a la escasez de drop-in centers y refugios específicamente para la comunidad LGBTQ+.En la ciudad de Nueva York solo hay seis refugios y drop-in centers con servicios específicamente para la comunidad queer, según el Departamento de Libertad Condicional.
Hernández empezó a consumir drogas a los 10 años de edad, cuando emigró de Colombia a Nueva York, en 1996. Ella explica que estas le ayudaban a lidiar con sus enfermedades mentales y el continuo abuso sexual por parte de un familiar. Tras permanecer internada en varios centros de rehabilitación, estuvo casada durante siete años. Al separarse de su esposa en el 2020, se quedó sin hogar.
Hernández acudió entonces a los refugios municipales y rápidamente se dio cuenta de que los servicios para salud mental, accesibilidad para personas con discapacidades, e higiene eran escasos en esos albergues. Según la encuesta más reciente realizada por la Oficina del Contralor de la ciudad, 40% de personas latinas sin hogar que se identifican como LGBTQ+ en Nueva York.
Cuando encontró el programa La Sala, Hernández finalmente pudo salir del sistema de refugios. Tras un periodo de abuso de sustancias que puso en peligro su vida, acudió a la directora de La Sala, Elizabeth Javier, quien la ayudó a obtener la asistencia que necesitaba para empezar la desintoxicación y eventualmente obtener un hogar estable.
“Tomé unas 50 pastillas porque no me encontraba en buen estado y bebí alcohol. Llamé a Liz [Javier] y le dije: ‘Escucha, acabo de tomar algunas pastillas, no me siento bien’,” dijo Hernandez. “Ella respondió: ‘Llama a la ambulancia, llama al 911’ y vomité todas las pastillas de camino al hospital.”
Debido a situaciones como la de Hernández, surge La Sala como una respuesta.

Kelvin Castellanos (arriba) y Demi Figueroa (abajo) son pasantes de La Sala y dicen que es su lugar seguro. Crédito: Gretchen Lembcke Peña
Dianeldis Disla, coordinadora del programa, ha estado trabajando bajo el Dominican Women’s Development Center desde que inició en el 2017.“La Sala es el único centro de acogida LGBTQ+ en Washington Heights,” dijo Disla. “Realmente siento que es diferente [a otros drop-in centers] porque está más orientado a la salud holística. Se trata de familia. Cuando entras, realmente se siente como una sala.”
Un informe de 2020 de la oficina de asistencia temporal y asistencia para incapacitados de la ciudad de Nueva York encontró que el 60% de los 80 refugios de la ciudad presentan riesgos importantes para la salud y la seguridad, como moho, excrementos de roedores e insectos. Este año el New York State Controller le dijo a la revista Fortune que estas condiciones continúan empeorando a pesar de las inspecciones anuales requeridas. En el 2021, hubo un incremento de 58% de muertes en los refugios de la ciudad comparado con el 2019.
Además de las condiciones de salud, la violencia física y las amenazas a la seguridad son muy comunes en los refugios municipales, según un videoreportaje de Spectrum News NY1 del 2022. El Deadline contactó a Neha Sharma, vocera del Departamento de Servicios Sociales de la ciudad, y no recibió respuesta.
Durante su tiempo sin hogar, Hernández dijo que luchó contra el trastorno bipolar, la depresión, la ansiedad, la anemia y la diabetes. Ella opina que al sistema de refugios le faltan recursos clave para ayudar a sus residentes, como accesibilidad para personas con discapacidades y, basado en su experiencia personal, servicios de salud mental.
“Hay gente a la que le falta una pierna, gente con anemia o asma… no es una sola cosa. Todo está conectado con el cuerpo humano”, dijo.
“Cuando empecé [a trabajar] en esta organización, lo hice porque la falta de vivienda en los jóvenes era extrema y los latinos son los primeros en echar a sus hijos porque son gay”, digo Javier, la directora de La Sala en una entrevista con PIX 11 en junio“Aquí puedes conseguir algo de ropa, puedes ducharte, comer, y si necesitas tomar una siesta, también puedes hacerlo,” dijo Javier.
Personas como Brandom Herrera, de 23 años, han podido recibir servicios en el centro para no perder su casa debido a problemas financieros. Aunque tiene hogar, ha estado al borde del desalojo junto a su familia, con una deuda de vivienda de casi $30,000. Fue referido a La Sala luego de que su familia intentó conseguir ayuda a través de otra organización sin fines de lucro.
Herrera, que se identifica como bisexual, contó que se sintió intimidado y excluido en la escuela y en casa durante su niñez, debido a su sexualidad. Dijo que había quedado traumatizado tras sufrir violencia doméstica por parte de su padre. Su madre lo ayudó a encontrar el programa La Sala en el 2021 y allí halló la comunidad que dice que necesitaba.
“Venir a La Sala me ha tranquilizado”, dijo Herrera, quien ahora trabaja como pasante en el programa. “Desde que llegué a La Sala me he sentido más optimista, y mi mamá también se siente más optimista”.

Miembros durante actividad de terapia de música. Crédito: Gretchen Lembcke Peña