Por 23 años la agrupación de caporales de San Simón ha mantenido vivas las tradiciones de su país en el condado de Queens.
Por: Max Martínez
Las barricadas fueron colocadas desde temprano el 22 de octubre a lo largo de la avenida 37 de Jackson Heights. Aunque faltaba más de una hora para que iniciara el Desfile Boliviano, la familia de Rolando Vergara llegó con tiempo para tomar un buen lugar. Wilma, su madre, había planeado con semanas de antelación el sitio en el que se quería acomodar entre la calle 84 y la 85. Por casi un mes, este ha sido un tema recurrente de conversación con sus amigas, lo que más le emociona es ver a su hijo desfilar junto a los Caporales de San Simón.
La Fraternidad Folklórica y Cultural Caporales Universitarios de San Simón Cochabamba Filial de Nueva York (o Caporales de San Simón) forma parte de una tradición que inició en Bolivia en 1978. En Bolivia, esta agrupación participa en el Carnaval de Oruro, el más grande del país y declarado patrimonio cultural de la UNESCO.
Esta fraternidad mantiene vivas las tradiciones bolivianas alrededor del mundo. “Escuché sobre los caporales por primera vez cuando visité Bolivia. Apenas regresé a Nueva York, me puse a investigar cómo encontrarlos aquí. Mi primo se unió hace cuatro años y yo lo seguí”, dice Vergara, quien nació en Estados Unidos.
La filial de Nueva York tiene 23 años de existencia y actualmente, cuenta con alrededor de 90 integrantes. Estos bailarines participan en desfiles del área triestatal (Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut), Rhode Island y Virginia. Recientemente, los Caporales participaron en el Desfile Boliviano y en el Desfile del Día Hispano, en el cual la delegación de Bolivia fue galardonada.
El grupo cuenta con miembros entre los 18 y 50 años y de una variedad de nacionalidades, como bolivianos, estadounidenses, peruanos y ecuatorianos. “Somos como una ensalada de frutas”, dice Javier Camacho, uno de los integrantes, quien nació en Bolivia y vive en Estados Unidos desde los 15 años. Él lleva 8 años en la fraternidad y es uno de los miembros con más tiempo bailando en la agrupación.
Ana Valdez Saravia, periodista boliviana que reside en Nueva York, explica que el baile de los caporales surge como una danza irónica a raíz de la colonización, en la que se le asignaban puestos de autoridad (como capataces) a los hombres de piel más clara. La danza se centra en la tensión entre los “machos” caporales, quienes realizan acrobacias y movimientos más fuertes. Los varones marchan y de vez en cuando saltan, con su sombrero en mano apuntando hacia el cielo.
A pesar de que hay un bloque de mujeres (conocidas como las cholitas), Váldez explica que Lidia Estrada Pacheco fue la primera “macha” caporal en 1972. A diferencia de las cholitas, las machas caporales realizan los mismos pasos que los hombres. “Los pasos de los machos caporales estaban relacionados con ser hombre, pero para mí es un avance poder demostrar que nosotras como mujeres podemos hacer los mismos pasos sin problema y aún poder resaltar nuestra feminidad,” dice Váldez.
La filial de Nueva York de los Caporales de San Simón se reúne dos días a la semana para ensayar, entre abril y octubre. Según Vergara, los integrantes deben tener buena condición física y deben repasar la coreografía en casa. El colorido vestuario de los caporales es confeccionado directamente en Bolivia. Toma alrededor de tres meses en completar todos los vestuarios y enviarlos desde La Paz hasta Nueva York. Esto le cuesta a cada integrante entre $385 y $430.
“Socializamos después de los ensayos. Algunos integrantes son nuevos en el país, pero intentamos que cada persona se sienta como en casa”, dice Vergara, quien también forma parte del Comité Cívico Cultural Boliviano. “Como fraternidad, tenemos una increíble conexión”.
Para Vergara los Caporales aportan un valor cultural a su vida. “Cuando los escuchas te sientes boliviano. Estar en la fraternidad me ha ayudado a entender mi herencia boliviana y me ha acercado a mi cultura” dice. “Es un legado que se mantendrá vivo por años”.
Durante el Desfile Boliviano, el barrio de Jackson Heights se llenó de música, danza, risas, aplausos, y colores. En las calles, el rojo, el amarillo y el verde de la bandera de Bolivia destacaban. Allí, en la esquina que había identificado entre la 84 y la 85, Wilma agitó su bandera boliviana con orgullo al ver a su hijo bailar.