Con sus libros y su labor de ayuda la fundadora y co-directora de la librería Mil Mundos busca abrir espacios para explorar los mundos que son posibles.

María Herrón en Mil Mundos. Foto cortesía de milmundosbooks.com

María Herrón en Mil Mundos. Foto cortesía de milmundosbooks.com

Por: Rafael Escalera Montoto

Entrar a la librería Mil Mundos, en Bushwick, es una experiencia para los sentidos: primero el olor a café y la música de fondo. Luego la estación de sastrería, donde a veces se repara ropa donada, y los anaqueles, ninguno comparte el mismo color, tamaño, o estilo. La única constante son los libros en español e inglés que pareciera que en cualquier momento van a desbordar.

María Herrón, de 37 años, abrió Mil Mundos en marzo del 2019 como un espacio donde la población latina pudiera crear comunidad y tener las conversaciones que el ajetreo diario prohíbe. En el 2021 incorporó una ONG, Mil Mundos en Común, para facilitar su labor caritativa. La librería cuenta con un equipo de voluntarios y ofrece clases de inglés y de español. Herrón, nativa de Westchester se gana la vida como técnica digital en una empresa de fotografía.

El Deadline habló sobre su propuesta, su impacto comunitario y su convicción de que un espacio para explorar ideas es una necesidad y un derecho. La conversación fue traducida del inglés por el autor y editada por brevedad y claridad

¿Por qué decidiste vivir y abrir una biblioteca en Bushwick?

Me mude a Bushwick porque es un vecindario Latino. Ciertos elementos del área me recordaron a donde yo crecí. De joven pasé mucho tiempo en el Bronx y en Flushing y recuerdo identificarme como cubana-americana, no como latina-americana ¡Yo no sé cómo es ser peruana-americana, por ejemplo! Vine a Bushwick porque aquí podía ser simplemente latina.

¿Qué necesidades identificaste en Bushwick que querías tratar de arreglar con Mil Mundos?
Te invito a pensar en la gentrificación. El 56% de los residentes del área son hispanos pero los negocios nuevos que están abriendo son dirigidos al mercado angloparlante y son sitios específicamente para gastar dinero. Por supuesto, todos los lugares necesitan pagar el alquiler, pero uno no puede pasear por un bar o un restaurante. Hay una relación implícitamente transaccional ¡Hasta en una ferretería puedes pasear! Pero no en un café caro. No había terceros espacios…

[“Terceros espacios” se refiere a lugares que no sean ni el trabajo ni el hogar]

¿Por qué una librería y no otro tipo de tercer espacio?

Yo conozco y amo los libros, en ellos encuentro liberación. Creciendo no conocía los diferentes mundos, o sea, las diferentes versiones de la vida que podía exigir para mi misma. Si no fuera por los libros, seguiría sin conocerlos. De ahí sale el nombre Mil Mundos.

Ya Mil Mundos lleva cinco años abierta. ¿Cómo ha respondido la comunidad?

Ha respondido bien, pero no de las maneras que te imaginarías.

Cuéntame más.

Creo que de los actos más rebeldes que pueden hacer las personas es hacer espacio para las cosas que les gustan. Especialmente cuando están en un momento de desesperación. Quiero enfatizar que nosotros no estamos buscando hacer dinero. Mucha de la comunidad hispana no ha tenido ingreso disponible para gastar ni en libros ni en otras cosas por mucho tiempo, muchos ni tienen techos. Muchos viven en refugios.

Para mi es muy especial cuando, por accidente, entra alguien hispanoparlante que no habla mucho inglés y pueden tener esa interacción con nosotros y darse cuenta de que aquí hay libros para ellos. Es emocionante.

Uno de los temas clave que veo aquí es ir desde simplemente sobrevivir el día a día a exigir algo mejor. ¿Cómo hacemos eso?

Cuando estás pensando en tus necesidades básicas cada segundo del día, te pierdes a ti mismo. Pero si logramos hacer espacio para lo que nos gusta, ahí es que verdaderamente puedes cultivarte y cultivar tu dignidad.

Cuando abrimos, cultivamos una amistad con nuestra vecina Sonia y su hija de seis años, Maya. Maya nunca había estado en una librería. Ella no sabía lo que se perdía. Cuando entró, quedó en shock como: “¿qué es este lugar?”. Nos dimos cuenta de que, ahora, si cerramos tendríamos a una niña de seis años muy enojada (dice entre risas).

Aquí está la dimensión rebelde. Cuando las personas se resignan a menos, tienes una población complaciente.

¿Qué es lo más difícil de mantener estas conversaciones vivas con la población latina en Bushwick?

Romper con la memoria muscular y desaprender lo que nos han dicho que tenemos que aceptar. Recientemente tuve un problema con mi apartamento y cuando le reclamé a mi casero, su respuesta fue que él tenía el mismo problema y que debía aceptarlo. Yo le dije que no lo iba a aceptar, que si él quería yo hablaba con su gerencia y abogaba por ambos. ¡No tiene que ser así!

¿Y cómo lograr que las personas rompan con esa mentalidad?

Hay que ayudarlos a enamorarse de partes de su vecindario. Todos venimos de sitios diferentes, pero ahora vivimos aquí, juntos. Creo que, si logramos enamorarnos de estas pequeñas partes de nuestras vidas, tendremos algo de lo cual verdaderamente no queremos desprendernos.

¿Cuál es la función del idioma y las clases de español que ofrecen en la librería?

Las clases de español ayudan a sellar la grieta cultural para los que acaban de llegar a Estados Unidos y la grieta cultural dentro de familias donde hay generaciones que emigraron acá y generaciones que crecieron acá. Hemos tenido personas que nos dicen “necesito este libro en ambos idiomas porque lo quiero leer con mi mamá. Quiero leer sobre su historia y lograr que ellos me cuenten su historia, tal vez de una manera que antes no habían compartido”. Esta es una experiencia de la cual nos hemos enamorado.