Entrevista con Victor Bas, dueño del negocio de ropa tradicional cubana el cual ha conservado a la antigua “Habana de Hudson” durante más de medio siglo.

Victor Bas, dueño de El Waterloo, lleva más de 22 años a cargo del negocio familiar. Crédito: Darian Mozo

Victor Bas, dueño de El Waterloo, lleva más de 22 años a cargo del negocio familiar. Crédito: Darian Mozo

Por: Darian Mozo

La revolución cubana de 1959 obligó a millones de cubanos a huir de su tierra natal para buscar un mejor futuro en el extranjero. Muchos de ellos se reubicaron en Union City en Nueva Jersey, donde la comunidad de migrantes cubanos convirtió a Union City en “La Habana de Hudson”.

El Waterloo es una tienda de ropa tradicional cubana ubicada en la avenida Bergenline, donde se pueden encontrar prendas como vestidos veraniegos, pantalones, camisetas y enteritos de lino y sus reconocidas guayaberas (una camisa de vestir masculina ligera y holgada que resalta por sus bolsillos frontales y dos pliegues en la parte delantera) Además, tienen a la venta juegos como Dominó y Cubilete y fragancias como ‘Kolonia 1800’ y ‘Violetas Francesas’ reconocidas por los cubanos americanos y los recién llegados.

Con el pasar de los años, la demografía de Union City ha cambiado, volviendo la ciudad mucho más multicultural, lleno de personas de diferentes países, especialmente latinos e hispanos. 

Roberto Bas, su fundador, abrió sus puertas en 1967. En la actualidad el dueño es su hijo Víctor Bas quien busca continuar con el negocio familiar. El Waterloo es mucho más que el sustento de la familia Bas, el local se ha convertido en una herencia que recuerda a la antigua “Habana de Hudson” en Union City, como una máquina del tiempo.

Victor Bas habló con El Deadline sobre el pasado, presente y futuro de El Waterloo. La siguiente conversación fue editada para mejor brevedad y claridad.

¿Siempre vio como su destino heredar y trabajar en Waterloo?

Desde mi último año en la escuela secundaria me empezó a gustar mucho más el negocio, me gustaba estar alrededor de la gente. A los 17 años, más o menos, estaba decidiendo quedarme aquí o, más bien, esperando a que mi padre me diera la oportunidad. Fui a la universidad y vi que no era para mí. No soy muy estudioso, pues no soy tan disciplinado para los estudios y me di cuenta de que mi futuro estaba en El Waterloo.

¿En los últimos años cuáles han sido los principales cambios que ha visto de la comunidad de Union City?

La nacionalidad de las personas. Cuando llegó mi papá había muchos alemanes, italianos e irlandeses en la zona. Luego llegaron los cubanos y muchos puertorriqueños. Esta ciudad sigue siendo de inmigrantes, pero ahora hay más nacionalidades que nunca: dominicanos, colombianos, nicaragüenses, mexicanos, salvadoreños, ahora es una mezcla de todo. Antes había un gran porcentaje de cubanos, pero muchos se mudaron de los barrios más pobres porque querían un lugar más tranquilo para sus familias.

¿Cómo los cambios demográficos de la ciudad han afectado al negocio?

No siento que haya afectado mucho. En el verano es cuando vendemos la ropa típica, como las guayaberas y la camisa típica cubana. Hay personas que vienen a la ciudad y compran ropa acá. Yo creo que hay interés porque Cuba es un país que se congeló en los años 50 y existe un romanticismo en la isla por los carros y edificios antiguos. La gente tiene esa imagen de Cuba y creo que venir al negocio para ellos es como tomar un pedacito de Cuba.

¿Cuáles han sido los principales factores que ha tenido que cambiar o adaptar para que El Waterloo continúe?

Reducir el tamaño de la tienda, menos espacio y menos inventario. Lo fui reduciendo porque pensaba retirarme pronto. Otro cambio que hicimos fue adquirir el negocio de los uniformes escolares hace nueve años porque durante los meses de invierno era muy lento y las personas siempre están buscando uniformes. Fuera de eso, no hemos cambiado mucho, porque repito, por eso viene la gente a buscarnos. Saben que si van de vacaciones a una isla tropical como Puerto Rico, Santo Domingo, Cancún, vienen aquí a buscar ropa tropical.

Los productos con descuento dentro de El Waterloo. Crédito: Darian Mozo.

Los productos con descuento dentro de El Waterloo. Crédito: Darian Mozo.

¿Cómo ha afectado el avance de la tecnología a su negocio?

La avenida Bergenline sigue siendo muy comercial, nunca hay un negocio vacío. Puede que haya un local vacío y en tres días ya está rentado. Amazon, tarjetas de regalos, los centros comerciales han afectado a toda la avenida. Ahora todos pueden pedir lo que quieran por Internet, lo encargan, lo reciben en casa y no tienen que ir a las tiendas. Ha cambiado, pero continuamos en la marcha porque estamos siendo exclusivos en los productos y las personas nos conocen por eso.

¿Cómo han sido las reacciones de los clientes antiguos ante esos cambios?

Mucha gente se pone brava (dice entre risas), porque les causa nostalgia venir aquí y muchos recuerdan cómo era el local antes, cuando llegaron de Cuba y de otros países. En general, la clientela está feliz de que seguimos aquí. La mayoría está orgullosa de que seguimos la tradición. Muchos de ellos nos dan las gracias por estar aquí, porque somos especiales para ellos. A parte de una tienda, es un centro nostálgico.

Previamente comentó que pensó retirarse en algún momento. En un futuro, en caso de que usted se retire y su hijo no decida continuar con el negocio familiar: ¿Qué pasaría con El Waterloo?

Si David [hijo de Victor] no quiere continuar con el negocio y yo también me retiro, me imagino que cerrarlo. No todo sigue para siempre, no me gusta pensar en eso pero me imagino que sería cerrar el negocio porque no quisiera darle el nombre a nadie que siga con la tradición y que no sea en la forma de uno.

¿Qué se quede en familia o se termine?

Así mismo.

foto de la entrada principal situada en la esquina de la calle 45 en Bergenline Ave, Nueva Jersey. Crédito: Darian Mozo.